Los padres sólo saben hablar de sus hijos

Publicado el 22 de noviembre de 2023, 16:36
 Introducción  Los padres sólo sabemos hablar de nuestros hijos. Toca abrir este melón. Yo ya venía preparándome para este momento de mucho tiempo atrás. Si tienes o has tenido a padres a tu alrededor (sobre todo, con hijos pequeños) ya te habrás dado cue

Introducción 

Los padres sólo sabemos hablar de nuestros hijos. Toca abrir este melón. Yo ya venía preparándome para este momento de mucho tiempo atrás. Si tienes o has tenido a padres a tu alrededor (sobre todo, con hijos pequeños) ya te habrás dado cuenta de que es un tema muy recurrido. No me refiero a que hablen de sus hijos, que también, sino a que se les recrimine el hecho de hacerlo.

 

De momento a mí no me ha tocado escuchar esa frase de “chica, sólo sabes hablar de tu hija y del color de sus popis”, pero todo llegará. Ya empiezo a ver esas caras de angustia cada vez que hablo de mi niña. Y yo pienso, ¿de qué demonios quieren que hable? ¿Del cambio climático? ¿De mis vacaciones en la suite de lujo del hospital? Quizás de la última película que fui a ver al cine. Creo que ya han sacado la tercera parte. Pues claro que voy a hablarte de los pañales de mi hija, y de sus llantos, y de cuánto me he reído cuando me ha manchado entera de leche agria. ¡Es lo que toca!

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La familia y las amistades 

Tampoco creo que sea algo tan terrible. A mí también me ha tocado pasar por eso, sobre todo en el trabajo. Ahí no tienes escapatoria. Si es un familiar o unos amigos los que acaban de ser padres es más fácil. A la familia, a no ser que sea muy muy cercana, con hacerle la visita de rigor, llevarle el regalo de bienvenida y cargarte si acaso la lactancia (aquí me he pasado) es suficiente. Si se trata de un amigo es parecido pero habría que añadirle algunos detalles. Por ejemplo, ignorar sus mensajes contándote sus noches en vela, y después, mandarle uno de vuelta diciendo que ya no quedáis nunca.

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Los padres en el trabajo

Por favor, que nadie se ofenda, es humor de madre. Volviendo a lo nuestro, el trabajo. Es un espacio no seguro para alguien que no tiene hijos. Yo me he encontrado con distintas tesituras y por qué no, voy a compartirlas con vosotros.

El despertar de los padres 

La primera, cuando un compañero ha tenido un bebé. Se produce un fenómeno que yo llamo con cariño “el despertar de las madres”. Consiste en que mamás que ya tienen a sus hijos mayorcitos empiezan a recordar cómo fue ese momento de la llegada de su bebé, y tiran de carrete. Te hacen un remember completo de sus hijos, incluyendo anécdotas, disgustos, alguna lagrimilla que otra, etc.

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La película 

La segunda escena llega con la reincorporación de la reciente mami o papi. Tú quieres ser amable y le preguntas qué tal lo está llevando, tanto la vuelta al trabajo como la convivencia en casa. Prepara Coca-Cola y palomitas, que la peli que no veo ahora es la que me contaron ese día. “Pues la vuelta bueno, me ha costado porque he dejado a mi bebé llorando en la guardería y yo he venido de camino en el coche llorando también. Y en casa, horrible, el nene todo el día llorando, no he dormido nada esta noche. No sabes las ganas que tenía de volver al trabajo y desconectar un raro.” 

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La tribu

La tercera situación es la que yo denomino “la tribu”. Es muy típico encontrarte, bien sea en la hora del café o en el descanso, un grupo de compañeros hablando en círculo y riéndose a carcajadas. Tú piensas que te estás perdiendo los mejores chistes de la historia y te acercas, con disimulo. No quieres molestar o parecer una cotilla. Entonces, uno de ellos se percata de tu presencia y te dice “Acércate, que no estamos hablando de nada malo. Estamos viendo las fotos y vídeos de cuando Pedrito nació.” Y sin darte cuenta, ahí estás otra vez viendo las fotos de Pedrito desnudo. Hago un inciso aquí para confirmar que cuándo tienes un bebé nace en ti algo que te empuja a hacerle fotos desnudo, en todos los rincones de la casa y en todas las posturas inimaginables. Si no me crees, busca “,recién nacidos” en Google y verás. 

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Testigos de Jehová 

Existe también un cuarto escenario, menos habitual y que, por desgracia, no podemos evitar. Es la que yo llamo con cariño “los testigos de Jehová ”. Es cuándo es la propia madre o padre la que va a tu casa, bueno en este caso, a tu rincón de trabajo. “Hola, a ti no te he enseñado todavía las fotos de mi Pedrito no? Haz un descansito y te las enseño”. Con suerte te invita a un café para pasar el trago.

 

Supongo que en algún momento me tocará volver al trabajo y para entonces tendré preparada mi venganza. Llevo por ahora cuatro meses de colección de vídeos y fotos de mi niña. Tendré que invitar a una degustación como mínimo.

 

 

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Ahora soy yo la madre

Vamos a dejar la comedia a un lado. Yo me he pasado mucho tiempo viendo fotos y hablando con mis compañeras de sus hijos, pero nunca ha sido de forma obligada. Entendía que era su vida, distinta a la mía en aquel entonces, y sabía además que podía aprender mucho de ellos.

 

 Es verdad que cuando eres madre te vuelves un poco “pesadita” con el monotema pero no es muy diferente a lo que hacen el resto. Los que están solteros se dedican a hablar de sus ligues y fracasos. El que se acaba de ennoviar no deja de hablar de su “amorcito”. Las parejas sin hijos te restringan sus escapadas, sus viajes y sus cenas en restaurantes. Los que acaban de traer un cachorro a casa sólo saben hablar de él y de lo que les ha destrozado (yo tengo muchos vídeos de mi perrito haciendo trucos que he enseñado en bucle).

 

Y podría seguir poniendo ejemplos, pero no me apetece. Ahora lo único que me motiva es hablar de mi niña, de sus “glu glus” y “ña ñas”. De lo poco que he dormido esta noche y de las ojeras que tengo. Porque ese es mi mundo ahora. Rectifico, esa es la parte de mi mundo que más me llena y de la que me apetece hablar. 

 

 

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